El Líder de la 4T nos ha movilizado alrededor suyo con un discurso reivindicativo sobre la cultura y tradiciones de un pueblo excepcional, el nuestro, cuya milenaria historia nos aglutina y, sobre todo, cuyas costumbres familiares, éticas y solidarias resisten toda prueba de disolución y traición…
Un panorama idílico, seductor y que podría ser tranquilizante ante un presente con inminente futuro de disolución social, sobre todo cuando comprobamos que la corriente en la que vamos lleva una preeminencia del dinero contra el ser, con una ignorancia acumulada sobre nuestro propio pasado y que, si bien podría enorgullecernos, sigue estando más o menos borroso en medio de ciertos conceptos que se han colado en el discurso presidencial.
Porque ¿cómo podrían sentirse orgullosos de su cultura, organización social y futuro jóvenes a cuya choza llevan citadinos las instrucciones para ser “constructores” de su propio futuro, útiles para la nación y seres de “primera”?
¿Qué no debíamos, antes que nada, formarnos a consciencia en el marco de su tan admirada cultura, pero siguiendo lecciones de historiadores como Enrique Dussel, Frei Betto, o Boaventura de Sousa Dos Santos… para acercarnos a los mayores de las comunidades con el debido respeto a fin de aprender lo que ellas y ellos saben y que les permitió vivir y prosperar a lo largo de milenios antes de la Conquista del siglo XVI, y que hasta ahora les ha permitido sobrevivir a la vez que sostenían y mantenían la economía del invasor y la nuestra?
Estamos en la última esquina de una verdadera transformación o del sepelio definitivo de nuestras culturas, las que ensalzamos sin respetarlas porque insistimos en darles la línea, forzarlas a entrar en un plan neoliberal dulcificado, cumpliendo así los designios de quienes nos condenaron a una modernidad, que ciertamente no podemos evadir al cien por cien por el momento, pero que si escuchamos las voces de los maestros y actuamos en consecuencia permitiríamos que la dirección del capitalismo se vaya desmoronando mientras construimos, con ellos nuestros compatriotas originarios, otra historia apta para los humanos por llegar…
Todos estamos de paso, pero los que ya tenemos un pie en la puerta de salida no podríamos perdonarnos si nos vamos en este punto: queda la lucha por devolver su lugar primordial al sistema milpa, pluricultivo que desarrolló grandes civilizaciones, a la par de los arrozales acuáticos en Oriente y los tubérculos farináceos en África y Oceanía, todos ellos lugares donde se crearon a la par sistemas complejos de pensamiento, lenguajes, astronomía, matemáticas…mucho antes de que llegaran los pueblos de los monocultivos, con su soberbia apoyada en el desarrollo excepcional de una tecnología destructiva en pro de una política expansionista que comenzó por medrar y corromper para acabar con la convivencia pacífica de la humanidad.
Nuestro momento histórico es tan crucial como muchos otros que ha habido en la historia de la humanidad, pero a nosotros corresponde no perder la ocasión, soltando el cabo que se nos ofrece para poner todo nuestro apoyo en la recuperación de las milpas, sistemas complejos de policultivos que dieron durante milenios vida, salud, cultura y viabilidad a los pueblos mesoamericanos, al satisfacer y colmar sus necesidades vitales desde su alimentación hasta sus representaciones filosóficas.
Porque la alimentación no sólo es la base de la vida biológica sino la base de cada sociedad y, en consecuencia, de cada individuo, la salud física y moral y el amor por la naturaleza incluyen al prójimo y a las nuevas y viejas generaciones. yuriria.iturriaga@gmail.com Cruzada por la Milpa
Yuriria, te felicito , me da gusto que la alimentación cada vez más sea un motivo de orgullo para los mexicanos. Arriba la consciencia por la alimentación sabia