“Cruzada”, es un término que puede parecer equívoco por cuanto su raíz evoca la “cruz” de la religión católica cuya recuperación simbólica, a través de los llamados Lugares Santos ocupados por musulmanes, fue el objetivo de la movilización armada de cristianos europeos entre los siglos XI y XIII. Por su parte, los antifranquistas españoles del siglo XX recuperaron el término en la expresión “cruzada de la liberación”, así como otros movimientos políticos o sociales usaron la palabra para evocar una movilización social masiva a favor o en contra de un objetivo. En nuestro caso “la cruzada” implica movilizar masivamente al pueblo mexicano para recuperar la milpa, cuya definición es la siguiente: del náhuatl “milli” o parcela, y “pan” o conocimiento, que indican” la sabiduría que es puesta en una parcela de tierra”, según el antropólogo Arturo Warman.
Por nuestra parte, creemos que esta definición es absolutamente acertada, por cuanto la variedad de milpas mesoamericanas es inconmensurable, no todas tienen las mismas características pero sí la de ser policultivos inventados por el hombre (genérico), donde los hombres y mujeres de una comunidad cultivan diversas variedades de plantas, útiles de una u otra manera, encontrando y facilitando su simbiosis (“vivir juntos” según su raíz griega) pues las plantas de una milpa, siendo de especies diversas, se desarrollan y benefician mutuamente durante su desarrollo, además devuelven a los suelos sus nutrientes y se repiten indefinidamente los ciclos de siembra y aprovechamiento. Las milpas mesoamericanas son así policultivos básicos de las sociedades en que fueron desarrolladas y sólo la prepotencia europea del siglo XVI pudo destruirlos para imponer sus monocultivos de mantenimiento poblacional (maíz y trigos) y de mercancías (excedentes de los anteriores y otros productos como el cacao)
Pero los mexicanos de los siglos XVII al XXI, fuimos aceptando que las milpas eran sembradíos de maíz con raros enredos vegetales, acaso comprensibles por la presencia del frijol, sin preguntarnos sobre el origen y el fin de la multitud de otros ingredientes, como los quelites, chiles e insectos comestibles…Ceguera selectiva que ha dado legitimidad al lema “pueblo del maíz”, pero obviando la riquísima composición de la alimentación tradicional mesoamericana, que sólo fue apreciada en parte a partir de nuestra iniciativa mundial en la sede de la UNESCO, en París, para considerar a las cocinas tradicionales del mundo Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad (YEIF, enero del año 2000), aunque en México, nuestra iniciativa fue utilizada por un grupo de autollamados gastrónomos, quienes dejaron de lado el milagro mesoamericano de la milpa o las milpas y, 23 años después, hay que seguir defendiendo de la opacidad, ejercida por los utilitarios de los términos “gastronomía mexicana” y “pueblo del maíz” como símbolos de nuestra identidad, porque si bien este cereal es nuestra base alimenticia milenaria, sus complementos son tan importantes como lo es la sangre y todos los otros tejidos de un organismo humano considerado sólo como un conjunto de músculos.
Desgraciadamente no es sólo un problema de términos, sino la desgracia real de un pueblo envilecido alimentaria, sensorial e intelectualmente, desde su salud y su percepción de la vida dentro de cuerpos degradados visual y motoramente, hasta la desgracia de una economía nacional dependiente de la industria y el comercio de pseudo alimentos chatarra. ¿En qué momento vamos a ir realmente en auxilio de los mexicanos?
Desde luego, ya no facilitando los medios monetarios para que los consumidores sigan atragantándose con productos nocivos en todos sentidos y que son muy productivos para los capitales de su producción y comercialización. Tampoco debe ser facilitando los fertilizantes tóxicos para seguir produciendo lo mismo, aunque por otra parte se promulguen iniciativas para combatir la contaminación ambiental, la escasez hídrica, y se encauce el trabajo campesino mediante mejores arreglos con los receptores extranjeros.
La Cruzada por la Milpa es la invitación a comprometernos todos los mexicanos y centroamericanos y caribeños con la recuperación de los policultivos tradicionales que revelaron sus virtudes durante milenos de construcción y florecimiento de grandes culturas con astronomía, matemáticas, literatura, artes y lenguas, mucho antes de entrar en contacto con los europeos, cuya cortedad de visión (debida a sociedades sostenidas por monocultivos depredadores de los suelos en el Antiguo Continente) convenció a los naturales de nuestro Continente de su inferioridad en general y, particularmente, en cuanto a la producción tradicional de sus alimentos…
Por lo mismo la Cruzada por la Milpa es no sólo una reivindicación sino una lucha activa y sostenida sin tregua, a través de la información y la actividad donde sea posible la siembra de milpas verdaderas, para lo que se necesita la convicción, el valor y la voluntad de las autoridades concernidas, empujadas por nosotros: el pueblo mexicano.